Tradicionalmente las manifestaciones artísticas del hombre pre-histórico han sido asociadas con la magia y el culto por la naturaleza.
Dicha visión, que no carece de verdad, no nos deja a veces caer en la cuenta de que el arte pre-historico es mucho más que eso.
Como afirma el profesor Denis Dutton, dichas manifestaciones estéticas nos dan claves fundamentales sobre la naturaleza del hombre, y sobretodo, de sus más internas y arraigadas inclinaciones, dentro de las cuales el arte juega un rol fundamental.
Procedo, para ilustrar lo que acabo de afirmar, a reseñar –y a traducir- el artículo de Dutton: “Aesthetics and Evolutionary Psychology” publicado en The Oxford Handbook for Aesthetics, edited by Jerrold Levinson (New York: Oxford University Press, 2003).
Dutton comienza recogiendo la tesis de Hume, de su ensayo “Of the Standard of Taste” (“De lo uniforme en el gusto”), en el cual el filósofo escocés sostiene que a pesar de las diferentes particularidades a lo largo de las culturas humanas existen principios fundamentales del gusto que nos son uniformes.
Su famosa formulación de que el arte resiste el examen del tiempo presupone la existencia de una naturaleza humana constante a lo largo de la historia. Se pregunta Hume en ese sentido “Por qué el mismo Homero que fascinó a los atenienses y a los romanos hace dos mil años, continúa haciéndolo hoy en Londres y París?”.
En el siglo XX los teóricos del arte de algún modo abandonaron estas premisas para mas bien aceptar la multiculturalidad de las expresiones artísticas y entendieron la mente como una suerte de pizarra en blanco donde las diferentes culturas van llenando los espacio a su manera.
Recientemente, sin embargo, los hallazgos de la psicología evolutiva nos señalan que la especie humana ha evolucionado de acuerdo a dos grandes líneas maestras: adquirir una máxima capacidad para sobrevivir y reproducirse.
Esto se refleja también en el desarrollo de la mente humana, la cual ha ido formándose a lo largo de los dos últimos millones de años, aunque presenta ya los rasgos modernos en su totalidad recién desde hace unos 10, 000 años.
Entonces, el paradigma de una mente en blanco al nacer, o sin mayores contenidos que va siendo informada por la cultura en la que le toca desarrollarse resulta poco exacto. Nuestra mente mas bien vendría equipada con toda una serie de intereses, capacidades y gustos innatos, los cuales nos remiten a procesos de selección sexual y natural que en última instancia se remontan a la época de la Edad de Piedra y a nuestro extenso pasado como cazadores-recolectores.
Estas características incluyen por ejemplo: el uso del lenguaje de acuerdo a reglas sintácticas, sistemas de parentesco que evitan el incesto, fobias, nepotismo, capacidad para hacer y trabajar con herramientas, el sentido de la pureza de los alimentos y de la contaminación por los mismos, el sentido de las jerarquías, etc.
En ese sentido, la actividad artística se encuentra presente a lo largo de todas las culturas. Esta universalidad del arte sugiere fuertemente que está conectada con antiguas adaptaciones sicológicas.
Esta conexión podría ir por el lado de los placeres y emociones que suscita. Es un postulado de la psicología evolutiva que los placeres, los dolores, las emociones de repulsión y atracción, miedo, etc; tienen relevancia adaptativa.
Por ejemplo, el placer que nos produce comer dulces y grasas es una adaptación del Pleitoceno, como mecanismo de almacenamiento de calorías para tiempos en que los animales sean escasos, así como el placer del sexo es una adaptación para la procreación.
Lo mismo sucede con lo que nos es repulsivo. Por ejemplo, uno de los olores que nos parecen más desagradables es el de la carne podrida. Esto tendría que ver con una protección frente a una de las más letales posibilidades de envenenamiento que puede sufrir el hombre: por la bacteria de la putrefacción de la carne.
La ficción narrativa sería también una de las adaptaciones evolutivas que hemos desarrollado desde el Pleitoceno. Está ligada a la resolución de enigmas y multiplica nuestras capacidades imaginativas y de interacción. Así como sirve de entrenamiento frente a situaciones nuevas, contribuyendo de este modo al desarrollo social.
Dutton finalmente hace referencia a la selección sexual y sus implicancias en la actividad artística. Por ejemplo menciona el refinamiento alcanzado en la elaboración de utensilios durante el Paleolítico, el cual no sólo estaría ligado a sus funciones mecánicas sino que tendría repercusiones en lo concerniente al otorgamiento de estatus y por ende, a la posibilidad de apareamiento.
Lo compara con lo que sucede en el mundo animal con los pavoreales. Las hembras son las que eligen las colas más llamativas de sus pretendientes, permitiendo de este modo que dicho rasgo se haya vuelto, con el devenir de las sucesivas generaciones, en algo tan pronunciado y tan vistoso.
Esta capacidad de escoger de la hembra privilegiaría en el hombre ciertas características como habilidad mecánica, inteligencia, acceso a materiales escasos, etc. Las cuales se traducirían a su vez en el nivel de perfección alcanzado por las herramientas.
Del mismo modo, el arte sería un modo de evidenciar tales posibilidades manuales e intelectuales. Y de ahí su vínculo con los procesos de selección sexual como dice Dutton a continuación textualmente:
“La expresión artística en general, como la creación de vocabulario y el despliegue verbal, tiene sus orígenes de acuerdo con la selección sexual, en su utilidad como indicador de adecuación: Aplicado al arte humano, sugiere que la belleza es equivalente a dificultad y alto costo. Encontramos atractivas aquellas cosas que han sido producidas sólo por gente con características atrayentes y de elevada aptitud”.
A continuación añado mi traducción del artículo de Dutton:
Estética y psicología evolutiva.
Denis Dutton.
De: The Oxford Handbook for Aesthetics, edited by Jerrold Levinson (New York: Oxford University Press, 2003).
Esta es la portada del libro en donde apareció originalmente el artículo de Dutton
1. Precedentes históricos
Las aplicaciones de la ciencia de la sicología a nuestro entendimiento de los orígenes y naturaleza del arte no es un fenómeno reciente; de hecho es tan antiguo como los griegos. Platón escribió de arte no sólo desde el punto de vista de la metafísica, sino también en términos de los peligros psíquicos y emocionales que el arte trae consigo tanto para los individuos como para la sociedad. Fue su sicología del arte lo que produjo sus famosas exigencias en La República en el sentido del control de las formas y los contenidos del arte.
Aristóteles, en cambio, se aproximó a las artes como un filósofo menos atormentado en relación con la experiencia artística. Sus textos son a tal punto desapasionadamente descriptivos de las características sicológicas que entendió como universales que pudo denominar “experiencia estética”.
A pesar de que tanto Platón como Aristóteles describieron el arte en términos de generalizaciones implícitamente aplicables a todas las culturas, fue Aristóteles quien más autoconcientemente ligó su teórica del arte a la sicología general.
Aristóteles explícitamente sostuvo que una estable e inmutable naturaleza sicológica humana demandaría que las artes posean características también inmutables y específicas.
En un acápite poco conocido de La Política, Aristóteles observa que “prácticamente todo ha sido descubierto una y otra vez en infinitas oportunidades en el curso de la historia; porque la necesidad parece haber enseñado al hombre aquellas invenciones que le fueron necesarias y que cuando éstas se llevaron a cabo, se sucedieron inmediatamente otras nuevas que a su vez adornaron y enriquecieron la vida humana de manera paulatina” (1329b25).
Podemos imaginarnos lo que Aristóteles tenía en mente: el cuchillo apareció en primer lugar como un pedazo de piedra y luego iría adquiriendo la forma filuda así como iría a su vez necesitando que su mango fuese pulido para ser asido con más propiedad. Esto se consiguió a través de incisiones que eran ya de por sí un fuente de placer visual y poco a poco se convertirían en decoraciones presentes luego a su vez en los cuchillos de metal. Esta progresión natural significa que en las artes habrá siempre invención de representaciones visuales, teatro, narrativa y música ahí donde las sociedades humanas se creen y florezcan, lo cual a su vez continuará un desarrollo a través de líneas de progreso inevitables, dependiendo de sus naturalezas individuales.
La Poética de Aristóteles puede ser entendida como una catálogo de formas y características que el espera que las artes, especialmente la tragedia y la ficción, posean, precisamente porque son creadas por y para seres humanos con una naturaleza intelectual, imaginativa y emocional definida y estable.
Por ejemplo, él dice que los principales temas de las tragedia tendrán que ver con la destrucción de relaciones familiares normales, como podemos ver en Edipo y en Medea. Sus implicancias implícitas son que la fascinación con las tensiones y las rupturas de relaciones familiares representa una característica permanente de interés humano y no solamente una manifestación cultural local de los griegos.
En el siglo dieciocho David Hume defendió una idea similar en su ensayo de 1757 “Of the Standard of Taste”. Él cree que los “principios generales del gusto son uniformes en la naturaleza humana”. Si la naturaleza humana no fuese uniforme a través del tiempo y las diferentes culturas, no podríamos disfrutar de las mismas obras de arte de las que disfrutaron los antiguos. El famoso criterio del valor del arte de Hume, la “prueba del tiempo”, presupone la existencia de una naturaleza humana común y constante. Revestida en la historia del arte y la literatura habrán características locales y contextuales que harán difícil la captación de los valores del arte fuera de su cultura originaria. Hume sin embargo creía en una esencia invariable de intereses y sentimientos que hacían posible trascender la propia cultura. Esto explicaría porque “el mismo Homero que les gustaba a los atenienses a los romanos hace dos mil años es aún admirado en Paris y Londres”.
La noción de Hume de que hay una naturaleza humana uniforme fue un punto de coincidencia con su contemporáneo, Inmanuel Kant, quien usó la idea como uno de los pilares para su teoría de la belleza in la Crítica de la Razón Pura.
A pesar de que él pensaba que todo “juicio de gusto”, como así lo llamaba, era subjetivo en sus orígenes, ya que quienes los hacían, los Homo Sapiens, poseían un sentido común, una naturaleza compartida, la discusión y la coincidencia en relación al arte y la experiencia estética era también posible.
Si los humanos son capaces de dejar de lado sus gustos y su idiosincrasia y deseos personales, alcanzando aquello que Platón denominó contemplación desinteresada, tenderán a coincidir sobre el valor y el significado de las obras de arte.
En el siglo veinte, particularmente en su segunda mitad, los teóricos del arte tendieron a replegarse de las teorías que supusieran una visión fija de la naturaleza humana, prefiriendo en su lugar las llamadas teorías historicistas, que interpretan el arte en términos de su contexto de producción cultural e histórico (Barkow et al. 1992).
Esta ampliamente adoptada visión de la inteligencia humana veía la mente como libre de contenido, la llamada tábula rasa: los humanos poseían una capacidad general de aprender todas las divergentes habilidades y valores que las distintas culturas les enseñasen.
Al mismo tiempo que esta teoría de la mente era reconocida por la sicología, la estética de mediados del siglo veinte intentó estructurar una visión del arte consistente con la misma.
Los valores estéticos fueron vistos como aquello que las diferentes culturas enseñaban como estéticamente valioso. Los valores y significados estéticos fueron considerados totalmente como construidos por la cultura, y las obras de arte eran tanto creadas como apreciadas dentro de las normas y convenciones de la cultura. “Construccionismo cultural” en estética suponía un relativismo de los valores estéticos, y una subsiguiente negación del tipo de universalismo estético que tanto Aristóteles como Hume hubiesen defendido.
El arte fue considerado como un producto de la cultura y por tanto habían tantos tipos de arte y valores artísticos como culturas en la faz de la tierra.
2. Psicología evolutiva: Selección natural.
Recientemente, sin embargo, un interés en las características universales del arte ha sido relanzado con crecientes desarrollos en psicología evolutiva, el cual busca entender la vida sicológica y cultural de los seres humanos en términos de su herencia genética como especie evolucionada.
Todas las especies animales han evolucionado para incrementar su adecuación para la reproducción y la supervivencia.
Cada aspecto físico del cuerpo humano está abierto a las influencias de la evolución y por tanto puede ser explicado por ella.
Ya sea que tomemos en cuenta la naturaleza y complejidades de nuestro sistema inmunológico, la funciones del hígado, las características de la hemoglobina, nuestra erguida manera de caminar o nuestra visión binocular, es la selección natural la que está operando en nuestra evolución, así como en la de nuestros ancestros humanoides que produjeron el moderno Homo sapiens.
La sicología evolutiva extiende los hallazgos de la teoría Darwiniana a las funciones de la mente humana. En particular, trata nuestras capacidades mentales, nuestras inclinaciones y deseos como adaptaciones desarrolladas in los dos últimos millones de años desde el Pleistoceno.
Las actuales características de la mente estaban ya totalmente desarrolladas desde hace 10,000 años aproximadamente, el comienzo del Holoceno, periodo que vio la introducción de la agricultura y las ciudades, y el desarrollo de la escritura y las herramientas hechas de metal.
Desde entonces, el cerebro humano no ha cambiado significativamente en sus características genéticas.
En lugar de mirar la mente al nacer como libre de contenidos, tábula rasa, en la cual son inscritas nuestras habilidades y valores culturales, la sicología evolutiva defiende la existencia de intereses, capacidades y gustos innatos, producto de procesos de selección sexual y natural.
La sicología evolutiva reemplaza la tábula rasa como metáfora de la mente por la del cuchillo suizo: la mente es un conjunto de herramientas y capacidades específicamente adaptadas para desarrollar importantes tareas e intereses.
Estas adquisiciones son adaptaciones a la vida en las pequeñas hordas de cazadores-recolectores en las cuales nuestros ancestros vivieron por 100,000 generaciones antes de la civilización, tal como entendemos que comenzó.
Dichas adquisiciones incluyen una larga lista de características universales de la mente de la Edad de Piedra: por ejemplo, el uso del lenguaje de acuerdo a reglas sintácticas, sistemas de parentesco que excluyen el incesto, fobias como miedo a las serpientes y a las arañas, el interés por criar y alimentar a los niños, el nepotismo, la preferencia por las relaciones sanguíneas, el sentido de la justicia, las obligaciones asociadas con las emociones de odio y venganza, la capacidad de hacer herramientas manuales, las jerarquías en las relaciones humanas, el sentido de la pureza de los alimentos y la contaminación, etc (Pinker 1997).
Algunas de estas características son universales a la especie humana, otras están estadísticamente relacionadas al sexo, por ejemplo, las mujeres suelen tener una tendencia más pronunciada hacia la crianza y alimentación de los niños, así como una mayor habilidad para recordar detalles de la experiencia visual, mientras que los hombres son más agresivos físicamente así como más capaces de ubicarse direccionalmente y leer mapas.
Dos características del arte inmediatamente lo relacionan con estos factores sicológicos. Primero, las formas artísticas son halladas en todas las culturas. No existe cultura alguna que no posea algún tipo de capacidad expresiva que pueda ser identificada a su vez por la cultura europea como artística.
Esto no significa que todas las culturas poseen todas las formas artísticas: la ceremonia japonesa del té, vista en esa cultura como una expresión artística, no tiene ningún parangón fuera de ella, así como por ejemplo los habitantes del río Sepic de Nueva Guinea son apasionados talladores, contrastando en esto con sus vecinos de las alturas, quienes mas bien dirigen sus energías a la decoración corporal y a las producción de escudos de guerra, pero tallan muy poco.
Los Dinka del África Occidental no tienen prácticamente arte visual, pero sí una altamente desarrollada poesía, así como una gran fascinación por las formas, colores y marcas naturales del ganado del cual dependen para su supervivencia.
Que éstas y otras culturas tengas prácticas y productos que nosotros reconoceríamos como artísticos coincidiría con lo que la psicología evolutiva sostiene.
La universalidad del arte sugiere que ésta estaría conectada con antiguas adaptaciones sicológicas.
La segunda característica que enmarca al arte como un foco de interés sicológico es que proporciona a la gente placeres y emociones, muchas veces de gran intensidad.
Es un postulado de la sicología evolutiva que los placeres, el dolor, las experiencias de atracción que incluyen emoción, repulsión, admiración, amor, miedo, respeto, tienen relevancia adaptativa.
El placer de comer cosas dulces y grasosas es una adaptación del Pleitoceno para la supervivencia nutricional así como el placer del sexo es una adaptación para la procreación: los ancestros que disfrutaban de comer y de tener sexo eran de hecho más propensos a tener descendencia así como de pasar esas características a la misma.
Sucede lo contrario con la repulsión. Una de las más peligrosamente venenosa substancia para el consumo humano es la bacteria de la carne podrida. No es por tanto un accidente evolutivo que el olor de la carne podrida sea uno de los más repelentes a los humanos.
El rango de elementos de la experiencia para los que habría algún tipo de herencia proveniente del Pleistoceno incluye nuestras disposiciones emocionales hacia otros seres humanos, su conducta y expresiones, nuestras respuestas al medio ambiente, incluidos plantas y animales, a la oscuridad de la noche y a los paisajes naturales, nuestro interés en crear y prestar atención a narrativas con temas específicos, incluyendo peligros imaginativos y la superación de obstáculos, nuestro placer en solucionar problemas y nuestra afición por las actividades sociales y por los despliegues de habilidad y virtuosismo.
3. Preferencia ambiental.
Una de las más importantes consideraciones para la supervivencia de cualquier organismo es la selección del hábitat.
Hasta el desarrollo de las ciudades hace aproximadamente unos 10,000 años, la vida humana era principalmente nómade.
Encontrar condiciones favorables para la supervivencia, particularmente teniendo en cuenta reservas de alimentos y a los predadores, habría afectado selectivamente la respuesta humana al paisaje natural –la capacidad del mismo de evocar emociones positivas, repulsión, curiosidad y deseo de explorarlo, así como una general sensación de confort.
Respuestas a los diferentes paisajes naturales han sido evaluadas en un experimento en el cual fotografías estandarizadas de paisajes eran mostradas a personas de diferentes edades y países: bosques tropicales, sabanas amplias con árboles, desiertos, etc.
Entre los adultos ninguna categoría destacó como preferida (salvo que el paisaje desértico fue ligeramente menos escogido que el resto). Sin embargo, cuando el experimento se aplicó a niños pequeños, se encontró que ellos mostraban una marcada preferencia por las sabanas con árboles, tal como aquellos paisajes del África occidental donde la primigenia evolución de la especie humana se llevó a cabo.
Más allá del gusto por las sabanas, hay una preferencia general por lugares con agua, una variedad del espacio abierto y boscoso (en los que se aprecie lugares para poder esconderse y donde se escondan también los animales de caza), árboles que tengan enramados cercanos al suelo (proveyendo así de lugar de escape) con frutos potenciales a un metro o dos del suelo, vistas que se pierdan en la distancia, incluyendo caminos o ríos que se escapen del campo visual pero inviten a la exploración, la presencia directa o implícita de animales de caza así como de diversas formas de nubes.
El ambiente de la sabana es en realidad un ambiente singularmente rico en fuentes de alimentos (calculadas en términos de kilogramos de proteínas por metro cuadrado), y altamente deseable para el tipo de vida cazador-recolector.
No es por tanto sorprendente que esos sean los elementos que vemos repetidos hasta el hartazgo tanto en calendarios como en el diseño de parques públicos por todo el orbe.
La idea de un gusto preponderante del Pleistoceno en el paisaje recibió el apoyo de un inusual proyecto emprendido por dos artistas de origen ruso, Vitaly Komar y Alexander Melamid, en 1993.
Ellos contrataron a una organización de medición de opinión pública profesional para llevar a cabo una amplia encuesta sobre preferencias artísticas en gente de Asia, África, Europa y las Américas.
El color favorito a nivel mundial resultó siendo el azul, mientras que el verde quedó en segundo lugar.
Las pinturas de carácter realista también fueron de preferencia mayoritaria con el agua, árboles y otras plantas como elementos preferidos (con mujeres y niños así como personajes históricos) y animales, sobretodo mamíferos de gran tamaño, tanto salvajes como domésticos.
Usando las preferencias estadísticas de guía, Komar y Melamid produjeron entonces la pintura favorita para cada país…y las pinturas, a pesar de haber sido creadas a partir de elecciones de cada cultura, tendían a compartir un grupo similar de preferencias –parecían un paisaje europeo típico de calendario.
En un intento de explicar esta extraña uniformidad multicultural –mediante la cual africanos occidentales preferían esas escenas exuberantes sobre aquellas que les eran familiares de la vida cotidiana- Arthur Danto afirmaba que las pinturas de Komar-Melamid demostraban el poder de la industria de calendarios internacional de influenciar y modificar el gusto de las personas locales y direccionarlos hacia las convenciones europeas.
Mientras admite que los keniatas preferían escenas que se parecían más al norte del estado de New York que a Kenya, el trabajo estadístico también indicó que la mayor parte de keniatas tenían calendarios en sus casas.
Lo que no reconoce es la cuestión de por qué los calendarios internacionales tienen los mismos paisajes –aquellos que la psicología evolutiva predeciría.
La pregunta central sería “¿Por qué hay calendarios tan uniformes en su contenido a través del globo?” una uniformidad que incluye otros objetos de atenciones no relativos al paisaje, tales como bebés, chicas lindas, niños y animales. Es la industria de calendarios la que al responder a las demandas del mercado descubrió el gusto Pleistoceno en las escenas de paisajes.
4. La solución de problemas y la narrativa.
Si la supervivencia tiene que ver con saber lidiar con un a menudo poco hospitalario universo físico, y en lidiar a su vez con miembro de la propia especie, tanto amables como hostiles, debe haber algún beneficio general en ejercitar imaginativamente la mente a fin de prepararla para el próximo desafío.
Solución de problemas de todo tipo, pensar a través de estrategias alternativas frente a las dificultades –éstas están en el corazón de lo que el arte nos permite hacer.
En narrativas ficcionales, encontramos una mayor variedad de obstáculos junto con potenciales soluciones, de los que alguna vez encontraríamos en la vida cotidiana.
Como Stephen Pinker ha dicho “La vida tiene más jugadas posibles que el ajedrez. La gente está siempre de algún modo en conflicto y sus movimientos y contramovimientos se multiplican hasta una inimaginable variedad de interacciones”.
La narrativa, en este modelo, es una manera de probar múltiples y relativamente poco costosos experimentos con la vida a fin de ver, en la imaginación, a dónde llevan las líneas de acción.
A pesar de que la narrativa puede lidiar con los desafíos del mundo natural, su lugar de origen es, de acuerdo con Aristóteles, las relaciones humanas.
Como Pinker sostiene “Padres e hijos, debido a sus similitudes genéticas tienen intereses comunes y competitivos y cada acción que cualquier de ellos lleve a cabo en relación al resto será egoísta, generosa o una combinación de ambas”.
Suma a esto las complicaciones de lidiar con amantes, esposas, amigos y extraños, y tienes el material básico para la mayor parte de la historia de la literatura, desde las Épica de Gilgmesh hasta los panfletos de supermercado.
Joseph Carroll coincide con este punto de vista en relación a las ventajas adaptativas de la ficción narrativa, pero enfatiza que la narrativa imaginativa hace algo más que dar instrucciones explícitas para posibles futuras contingencias: “Contribuye al desarrollo personal y social y a la capacidad de responder de manera flexible y creativa a complejas y cambiantes circunstancias”.
Ninguno de nosotros se encontrará nunca perdido en una isla desierta, observa Carroll, pero al leer Robinson Crusoe los lectores “registran las cualidades de carácter a través de las cuales Crusoe se mantiene firme a pesar de la soledad, e integran esta percepción con el repertorio de sus potencialidades sicológicas”.
De este modo, la ficción “es una manera de cultivar nuestras capacidades innatas y sociales a fin de entrar mentalmente en la experiencia de otra gente”.
5. Psicología evolutiva: Selección sexual.
Mientras el mecanismo darwiniano de selección natural ha probado ser uno de los más versátiles y poderosos instrumentos explicativos de todas las ciencias, hay otro, menos conocido lado del Darwinismo: la selección sexual.
El más famosos ejemplo de selección sexual es la cola del pavo real. Ese enorme despliegue, lejos de favorecer la supervivencia en la naturaleza, hace a los pavo reales más susceptibles de ser atrapados. Sus colas son pesadas y requieren de mucha energía para crecer y ser desplazadas. Este parece ser el punto natural: simplemente ser capaz de lidiar con una cola como ésa funciona como un mensaje al resto de pavo reales: “Miren que fuerte, saludable y capaz pavo real que soy”.
Para las pavas reales la cola es un indicador de idoneidad, y escogerán aparearse con pavos reales que desplieguen las más grandiosas colas.
Fundamental para la selección sexual en el mundo animal es la elección de la hembra, que, como la típica rutina para la mayor parte de especies, tiene a los machos desplegando fuerza, inteligencia y adecuación genética a fin de invitar a la hembra a participar en la producción de la siguiente generación.
En el caso del animal humano, hay una mayor reciprocidad en la elección. Geoffrey Miller sostiene no sólo que la selección sexual es la fuente de los rasgos que tendemos a encontrar más entrañablemente humanos-cualidades de carácter, talento y actitud-, sino que la creación artística y el goce entraron en vigor en el Pleistoceno en el proceso mediante el cual las mujeres y los hombres elegían parejas sexuales. La idea de que podemos modificarnos a nosotros mismos a través de la selección sexual es bien aceptada: hay ejemplos notables del modo en que opera la selección sexual humana, incluso en los más recientes tiempos históricos.
Los Wodaabe de Nigeria y Níger son adorados por los fotógrafos por sus festivales en los que hombres jóvenes son decorados de manera que lucen femeninos para los europeos y danzan vigorosamente haciendo despliegue de su fuerza y vitalidad.
Las mujeres entonces escogen a sus favoritos, prefiriendo a los más altos con los más grandes ojos más blancos dientes y más respingadas narices.
A lo largo de las generaciones los Wodaabe han alcanzado mayor estura que las tribus vecinas, así como ostentan dientes más blancos y narices más respingas.
Si es posible observar este tipo de cambio en unos cuantos siglos , es claramente posible rehacer o refinar al Homo Sapiens en decenas de miles de generaciones.
Al igual que con la selección natural, un ligero sesgo de elección que persista a través de largos periodos de tiempo podría reformar aspectos de la humanidad, dándonos características de la personalidad y el carácter en las especies que nosotros mismos en efecto hemos creado. Nuestros antepasados ejercieron su gusto por cálidos, ingeniosos, creativos, inteligentes y generosos compañeros(as) para procrear y esto se manifiesta tanto en la constitución de nuestros gustos y rasgos actuales, como en nuestra tendencia a crear y a apreciar el arte (Miller 2000).
Es la selección sexual, por lo tanto, plausiblemente responsable de que el cerebro humano sea asombrosamente grande, un órgano cuyas capacidades peculiares salvajemente exceden las necesidades de supervivencia en las sabanas africanas. El cerebro humano hace posible una mente que es singularmente destacada en una larga lista de características que se encuentran en todas las culturas, pero son difíciles de explicar en términos de beneficios para la supervivencia: "el humor, la narración de historias, chismes, el arte, la música, la auto-conciencia , el lenguaje adornado, las ideologías imaginativas, la religión, la moralidad "(Miller 2000). Desde el punto de vista de la selección sexual, la mente puede ser percibida como un llamativo hiper-potente sistema de entretenimiento para el hogar, que se desarrolló para ayudar a nuestros antepasados de la edad de piedra a atraerse, entretenerse, y llevarse a la cama entre ellos.
La tendencia humana a crear diversiones, de elaborar y decorar todo en la vida, es por tanto un resultado de las elecciones sexuales, dando lugar a la evolución de la danza, la decoración del cuerpo, ropa, joyería, peluquería, arquitectura, muebles, jardines, diseño de artefactos, las imágenes desde las pinturas rupestres a los calendarios, los usos creativos del lenguaje, entretenimientos populares, desde los desfiles religiosos a las series de televisión y la música de todo tipo.
Expresión artística en general, como la creación de vocabulario y el despliegue verbal, tienen sus orígenes, de acuerdo con la selección sexual, en su utilidad como indicador de la aptitud: "Aplicada al arte humano, esto sugiere que la belleza es igual a la dificultad y alto costo. Que encontramos atractivas esas cosas que podrían haber sido producidas por personas de atractivas y altamente adecuadas cualidades tales como la salud, la energía, la resistencia, la coordinación mano-ojo, el control motor fino, la inteligencia, la creatividad, el acceso a materiales raros, la capacidad de aprender habilidades difíciles, y un montón de tiempo libre "(Miller 2000). Esta opinión concuerda con una intuición persistente sobre el arte que se puede rastrear desde los griegos hasta Nietzsche y Freud: el arte está conectado de alguna manera, en su base, con el sexo.
El error en la teorización del arte tradicional ha sido la de imaginar que debe haber algún contenido sexual codificado o sublimado en el arte. Pero no es el contenido en sí mismo lo sexual: es la disposición misma a producir y admirar a los artistas y a su arte lo que ha enraizado al arte en la sexualidad desde los inicios de la raza humana.
En la medida en que la producción artística fue un indicador de aptitud en el Pleistoceno, hubiese tenido que ser algo que los artistas de baja aptitud encontraron difícil de duplicar. (Si hubiese sido fácil de falsificar, entonces no sería adecuado como un indicador de la aptitud.) La influencia de la mente del hombre del Pleistoceno en el concepto del arte por lo tanto, nos proporciona un punto de vista, al menos en el plano psicológico, de algunos de los modernos problemas de la estética filosófica.
Considérese la posibilidad de virtuosismo: si la música es una serie de sonidos en una relación formal, ¿por qué debería de sorprendernos que los sonidos de un capricho de Paganini sean difíciles de realizar en un violín? Desde el punto de vista de la teoría de la selección sexual, esto no es un problema: el virtuosismo, la habilidad manual, y la hábil superación de las dificultades son algo intrínseco al arte.
Y la dificultad no es todo: el arte también implica alto precio. Como el economista Thorstein Veblen ha dicho: "Las marcas de lo costoso llegan a ser aceptadas como características bellas de los artículos caros" (Veblen 1994). Por mucho que esto pudiese contradecir la devaluación modernista de la habilidad y el costo como elementos centrales al concepto de arte, coincide con la persistencia de las reacciones populares al arte, como en la afición por la pintura realista elaborada, el virtuosismo musical y los costosos detalles arquitectónicos. Esto no justifica el filisteísmo de preguntar el precio de un cuadro famoso de museo, pero lo explica.
La admiración por la capacidad de hacer algo difícil no es exclusiva del arte: admiramos a los atletas, a los inventores, a los oradores hábiles o malabaristas, y la admiración de la habilidad es algo tan intrínseco al arte como a cualquier otro campo de la actividad humana (Godlovitch 1998).
Ellen Dissanayake ha identificado el proceso de "hacer algo especial” como algo tan esencial para el arte que se practica desde el Pleistoceno hasta la actualidad (Dissanayake 1995). Sin embargo, mientras ella ve el “hacer algo especial” como algo que tiende a promover un intenso sentido comunal en un grupo de cazadores-recolectores, Miller interpreta el fenómeno como algo más relacionado con la puesta en escena: "La teoría del indicador sugiere que hacer cosas especiales significa hacer que sean difíciles de hacer, así que revelan algo especial sobre el fabricante ". De ello se desprende que prácticamente cualquier cosa se puede convertir en arte al hacerla de una manera que resulte difícil de imitar. "Arte" como un título honorífico por lo tanto, "connota superioridad, exclusividad y alto logro", y por lo tanto sería útil como un indicador de la aptitud.
Si esto es cierto, el comentario vulgar de galería, "Mi hijo podría pintar mejor que eso", se reivindica como válido por lo menos desde el punto de vista de la selección sexual, y es posible escucharlo en contextos artísticos populares para el resto del tiempo humano : la gente no va a "aprender" de su cultura que la habilidad no cuenta (más de lo que van a aprender que la simetría general del cuerpo no indica aptitud física). Además, incluso con las élites en realidad no es tan diferente: las habilidades discriminatorias de las élites son simplemente alcanzadas a un nivel más enrarecido. Los garabatos de C. Twombly en la pizarra, que se parecen para mucha gente ordinaria como los garabatos en la pizarra de los niños, son vistos por los críticos de arte como una demostración de una habilidad artística muy refinada. Que las obras no denoten habilidad o talento para el neófito, simplemente demuestra que se están produciendo a un nivel que el ser humano poco sofisticado no puede captar. La naturaleza esotérica del arte, con su status y jerarquía, así, permanece en su lugar.
Al igual que con los intereses y la inclinación determinada por la selección natural, las razones últimas de los valores que heredamos a través de la selección sexual no son comprensibles a través de la introspección inmediata. Las frutas maduras saben deliciosamente dulces, mientras que la carne podrida es repelente, por sólidas razones biológicas, aunque no podemos saber a través de la experiencia inmediata, ¿por qué estas cosas generan, respectivamente, el placer y la repugnancia. Del mismo modo, según la teoría de la selección sexual, encontramos gran placer en pasatiempos como el arte y la música, en una conversación con una compañía encantadora, en una gran muestra de destreza atlética, en una metáfora sorprendente o una historia bien contada. El hecho de que estas actividades y experiencias pueden proporcionarnos tanto placer también, requiere una explicación, y hasta ahora la teoría de la selección sexual constituye uno de los intentos más plausibles y provocadores que tenemos.
6. Los límites de la psicología evolutiva.
Mientras que la psicología evolutiva podría tener una capacidad de arrojar luz sobre la existencia del arte y sus cualidades recurrentes, no puede pretender explicar todo lo que se quiera saber sobre el arte. En particular, hay un aspecto de la estética de Kant que debe tenerse en cuenta cuando se habla de la psicología evolutiva en un contexto estético.
Kant distingue lo que él llamó lo agradable de lo bello. Lo agradable son las sensaciones subjetivas directas de las cosas que nos gustan en la experiencia directa: el sabor de lo dulce, por ejemplo, o el color azul. La experiencia placentera de tales sensaciones, Kant sostuvo, no contiene ningún elemento intelectual: es una sensación brutal, a menudo orientada a satisfacer un deseo (como el hambre), y como tal debe ser distinguido cuidadosamente de la experiencia de lo bello, en la que la imaginación se combina con la comprensión racional en la captación de un objeto imaginativo. Para Kant, la experiencia desinteresada que caracteriza a la aproximación adecuada hacia el arte está separada de los deseos - el objeto bello se contempla o se observa, no es utilizado ni consumido. Las obras de arte, especialmente de las bellas artes, por lo tanto tienen que ver con las facultades superiores, y los placeres que proporcionan son de otro orden que las sensaciones sexuales o gustativas de placer.
Esta no es una distinción que muchos psicólogos evolutivos hayan apreciado del todo. Por ejemplo, Randy Thornhill, de acuerdo con Donald Symons, dice que "el placer, al igual que todas las experiencias, es el producto de los mecanismos del cerebro, y los mecanismos del cerebro son el producto de la evolución por la selección ..." (Thornhill 1998). No dejan espacio aquí para ninguna distinción entre los placeres directamente implicados en la satisfacción de los deseos y el placer contemplativo históricamente identificado como estético y artístico.
Considere lo que este colapso de la distinción de Kant entre lo agradable y lo bello significaría, por ejemplo, para la historia de la pintura de paisaje. Si vamos a través de la pintura de paisajes europeos con una lista de evolucionadas cualidades ambientales deseables, podemos aprender mucho sobre el contenido de las obras de arte.
Por otro lado, si queremos saber lo que distingue a un paisaje natural de un calendario popular de una gran pintura de paisaje de Constable, nada nos ayudaría una teoría de las preferencias de paisaje del Pleistoceno. Del mismo modo, un libro como Survival of the Prettiest: The Science of Beauty (1999) de Nancy Etcoff Supervivencia de los más bellos: La ciencia de la belleza (1999), mientras que nos da una gran cantidad de información acerca de los intereses evolucionados en lo que distintas culturas perciben como la belleza del cuerpo humano, no nos dice nada nuevo sobre cómo seres humanos bellos son representados en el arte.
Una pintura de un paisaje desolado, árido y poco atractivo puede ser una mayor obra de arte que una fotografía del calendario de un verde valle del tipo de los que nuestros antepasados del Pleistoceno podrían haber querido explorar y habitar. Una pintura de una mujer vieja y marchita - por ejemplo, el retrato de Rembrandt de su madre, leyendo la Biblia - puede ser una obra de arte más bella que una chica de calendario lujuriosa dirigida a los intereses sexuales.
Esto no quiere decir que incluso en estas áreas la psicología evolutiva podría no tener cosas importantes que decirnos. Nuestras respuestas a las obras profundas y complejas de arte tienen significados y valores que pueden ser difíciles de desentrañar. En el caso de Rembrandt, el respeto a una mujer de edad, la admiración por su devoción a su religión, y el asombro ante la técnica del artista - todos tienen ramificaciones evolutivas. Incluso si no es capaz de ofrecer una teoría general completamente satisfactoria del arte, la psicología evolutiva tiene el potencial de contribuir significativamente a una comprensión filosófica del arte y de sus efectos. Estas contribuciones están empezando a ser captadas y desarrolladas.
Bibliografía.
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El tilonorrinco de Nueva Guinea (Bowerbird: Ptilonorhynchus violaceus)
miércoles 14 de julio de 2010
del blog de Richard Feinman: http://srfeynman.blogspot.com/
"El "Tilonorrinco" (Bowerbird)macho de Nueva Guinea es el único ejemplo de una adaptación animal que se aproxima a la creación artística humana. Su comportamiento podría considerarse, desde una mirada humana, artístico:
Su nido emparrado, que puede medir dos metros de alto o incluso más, está decorado con gran esmero, tanto en el interior como en el exterior. En el suelo y en las paredes interiores, el ave dispone de bellotas, hojas, varias flores, bayas, plumas brillantes de otros pájaros, cascarones iridiscentes de escarabajos y, si entra dentro de sus posibilidades, incorpora desechos humanos a su nido: restos de paquetes de cigarrillos, tapones de botella, papel de aluminio u hojas de revistas.
Cuando todo está dispuesto, abre su nido emparrado al crítico más exigente: la tilonorrinco hembra. Sólo cuando la decoración de la "casa" satisface sus baremos de calidad, ésta le otorga al creador de esa obra el derecho de aparearse con él.
Lo verdaderamente extraordinario de esta clase de ave es que un sexo crea un objeto decorativo, abierto a la imaginación, y el sexo opuesto lo contempla con ojos críticos... La otra especie animal que realiza algo parecido a lo que hace el tilonorrinco... es la nuestra!!!
El deseo de impresionar a un individuo del sexo opuesto (para emparejarse con él) con muestras de creatividad artística o exhibiendo la propiedad de objetos curiosos dispuestos con cierto gusto, no nos es desconocido: ("¿Te gustaría venir a casa para ver mis libros, pinturas, adornos, muebles...?).
Pero mientras esbozamos una sonrisa será mejor que no nos olvidemos de las diferencias. El tilonorrinco no se muestra interesado por su creación cuando ésta ya ha cumplido su objetivo. Los nidos se construyen para satisfacer el juicio crítico de la hembra con una única finalidad. No forman parte de una cultura artística que deba conservarse, debatirse y apreciarse más allá del ámbito del apareamiento. En efecto, los nidos emparrados de Nueva Guinea son productos evolutivos que nos recuerdan a las torres Watts de Simon Rodia o a la Sagrada Familia de Antonio Gaudí en Barcelona. Pero estos logros arquitectónicos son diferentes en lo esencial, ya que parten del contexto de la cultura humana y la identidad sobre uno mismo". ("El instinto del arte" de Denis Dutton.).
Preguntas de aplicación: 1- ¿Qué dice Hume sobre los gustos estéticos? 2- ¿Qué sostienen las teorías historicistas sobre el arte? 3- ¿Qué dice la psicología adaptativa sobre el arte? 4- ¿Cómo se relaciona la narrativa con la evolución? 5- ¿Cómo funciona la selección sexual en el pavo real y como se relaciona eso con nuestra especie? 6- ¿Qué consecuencias ha tenido la selección sexual en los rasgos anatómicos de los Wodaabe? 7- ¿De acuerdo con la psicología evolutiva cuáles serían la naturaleza y las características del arte? 8- A partir de lo expuesto en el modulo 1, ¿consideras que la percepción de la belleza es algo subjetivo u objetivo? Fundamenta tu respuesta.
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